Pello Guerra

Así era la fortaleza del siglo XIV que dio nombre a la plaza del Castillo de Iruñea

Un castillo que seguía modelos franceses, en cuya construcción se utilizaron materiales de la Navarrería arrasada treinta años antes, levantado en tan solo dos años y que contaba con tres puertas. Así era la fortaleza que el rey Luis el Hutín (el Obstinado o Testarudo) ordenó edificar en el siglo XIV en Iruñea para demostrar su poder y cuyos restos han aparecido en unas obras en la plaza que recuerda su existencia.

Restos de uno de los torreones del castillo de Luis el Hutín localizados en unas obras en Iruñea. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)
Restos de uno de los torreones del castillo de Luis el Hutín localizados en unas obras en Iruñea. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)

El 2 de abril de 1305 fallecía en tierras galas Juana I, la primera mujer que llegó a ser reina de Nafarroa y que ostentaba también la corona francesa por su matrimonio con Felipe el Hermoso.

Como Juana era la titular del trono, a raíz de su fallecimiento, le sucedió su hijo de 14 años Luis I, apodado el Hutín, es decir, el Obstinado o Testarudo por la tenacidad que ponía a la hora de hacer realidad sus propósitos.

Las buenas villas y los nobles navarros reclamaron la presencia del joven rey en Iruñea para que jurara los Fueros y fuera reconocido como monarca. Y lo hacían tan decididamente que se comprometían a no obedecer ni consentir ningún gobernador, lugarteniente u oficial real hasta que Luis cumpliera con ese trámite. Hasta se negaron a recoger las cartas del rey, ya que solo le atenderían cuando recibieran sus órdenes de viva voz. En su ánimo pesaba que hacía más de treinta años que los reyes no pisaban sus dominios navarros.



Forzado por las circunstancias, Luis terminó presentándose en Iruñea y el 1 de octubre de 1307 juró los Fueros y fue coronado. A continuación realizó un recorrido por el reino hasta que el 15 de diciembre tomó el camino de París para no regresar nunca más y donde a partir de 1314, con la muerte de su padre Felipe el Hermoso, se convertiría también en rey de Francia.

Eso sí, durante esa breve estancia hizo valer su autoridad destituyendo autoridades y poniendo a administradores franceses en su lugar. Incluso hizo encarcelar a los nobles que habían encabezado las reclamaciones del reino para que se presentara en Nafarroa, en una demostración de su carácter y de lo mucho que le había molestado tener que plegarse a las exigencias navarras para ser reconocido como soberano.

Dentro de ese afán por demostrar su poder se podría enmarcar la construcción de la fortaleza cuyos restos han sido localizados recientemente. El castillo empezó a levantarse unos pocos meses después de su visita a Iruñea y el emplazamiento elegido era un espacio situado cerca del burgo de la Población de San Nicolás y próximo a las ruinas de la Navarrería, la zona de la ciudad que había sido arrasada por el ejército francés treinta años antes en el marco de la guerra entre las diferentes zonas de Iruñea.

Siguiendo modelos franceses

Para definir cómo sería el castillo, se desplazaron hasta Iruñea unos expertos franceses. Estos marcaron con unas cuerdas el perímetro de la fortaleza, aunque probablemente determinaron también su diseño, ya que se levantó siguiendo modelos franceses. Esa circunstancia hizo que la base de los cuatro torreones de sus esquinas fueran redondeadas, como ha quedado en evidencia en los restos encontrados en las obras del antiguo hotel Quintana. Esas torres estarían coronadas por unos pináculos que recordarían a los que hoy en día se pueden ver en el palacio de Erriberri.

La dirección de las obras fue encomendada a Belenguer Cruzat y Martín de Roncal y junto a ellos aparecen en la documentación conservada Juan Garceiz y un tal Don Gil, «maçoner», encargado de la parte técnica.

Las obras comenzaron el 21 de julio de 1308 y se prolongaron por tan solo dos años, hasta «el domingo anterior de la Anunciación de 1310», según recoge el historiador Joaquín Arazuri.

En los momentos de mayor actividad aparecían trabajando hasta 250 hombres, 287 mujeres y 128 carpinteros y mazoneros, aunque este número bajaba normalmente a la mitad y menos. También participaron en las obras maestres aserradores de piedra, carreros, zaborradores, braceros y un macip (esclavo).



En lo que respecta a la remuneración de todos esos operarios, los carpinteros y mazoneros cobraban veinte dineros, y siete y ocho los obreros, mientras que las mujeres solo recibían cinco.

En su construcción se reutilizaron piedras de edificios de las ruinas de la Navarrería. Esa zona de Iruñea seguía estando deshabitada treinta años después de la Guerra de los Burgos, aunque unos pocos años más tarde empezarían a otorgarse los permisos para que volviera a edificarse en la zona. En concreto, el rey Luis mandó al prior y cabildo de la catedral que «dejasen tomar piedras de la Navarrería para la fábrica del castillo de Pamplona», según recoge Arazuri.

El resto de piedra utilizada en las obras procedía de las canteras de Antsoain, Zizur, Ezkaba, Gendulain y Ezpilze. Para transportar el material hasta el lugar de las obras, el rey puso para el transporte al menos 45 mulas.

Una vez finalizado, el castillo contaría con torres en sus cuatro esquinas y varios edificios en su interior, entre los que figurarían varias casas habitadas por oficiales reales y una iglesia o capilla dedicada a San Miguel.

Tradicionalmente había sido ubicado en las inmediaciones del hotel La Perla, al norte de la plaza, pero los restos hallados obligan a corregir esa posición y situarla en el extremo contrario, al sur, aunque algunos historiadores empiezan a considerar la posibilidad de que ocupara buena parte del frente este.

Tres puertas

Para su acceso, disponía de tres puertas. La denominada en la documentación «deves Sant Jacme» daría hacia la actual zona del Banco Central Hispano, hacia la avenida de Carlos III. La puerta mediana se abriría frente a la iglesia de San Tirso, situada en la actual calle Estafeta, que durante muchos años fue conocida como Tras el castillo.  Y la puerta principal, denominada "portal Mayor" daría a la actual plaza del Castillo y al llamado barrio de Zorruburbu, cuyos restos aparecieron en el frontal oeste de la explanada cuando se realizaron las obras del parking.

Durante los siguientes doscientos años, fue escenario de justas y torneos, y no debió de sufrir modificaciones para modernizarlo, ya que cuando se produjo la conquista española en 1512, Fernando el Católico consideró que carecía de utilidad militar, aunque sí fue utilizado como prisión para los navarros legitimistas.

Un año más tarde, el rey español decidió construir un nuevo castillo para mejorar las defensas de Iruñea en su flanco sur y que se empezó a edificar a escasa distancia de la fortaleza de Luis el Hutín. De hecho, en la construcción del castillo de Santiago se utilizaron materiales de la vieja fortaleza.

Así desapareció la estructura que terminó dando nombre a la plaza del Castillo de Iruñea y cuyos restos que han sido localizados (la base de un torreón y parte de un lienzo de muralla) y que han replanteado lo que se consideraba su emplazamiento, se conservarán. Incluso se ha anunciado que podrían verse con visitas en la primavera de 2019 para recuperar una parte muy importante del pasado de la ciudad.