Iñaki Vigor

La villavesa, un nombre peculiar que ha cumplido 90 años

Hay vecinos de Iruñea que, cuando se desplazan a otra ciudad, preguntan dónde se coge la villavesa. Y es que en la capital navarra casi nadie habla de autobús urbano, sino de villavesa, nombre de una empresa que se creó hace 90 años para transportar viajeros desde el centro de la ciudad a otras localidades de Iruñerria.

Las villavesas llevan 90 años prestando servicio en Iruñerria.
Las villavesas llevan 90 años prestando servicio en Iruñerria.

La Villavesa SA fue una histórica empresa creada en 1927, y un año después compró su primer autobús para el transporte de viajeros en Iruñerria. Tenía pocos caballos de potencia, emitía mucho ruido y vibraba a cada paso, pero era un lujo comparado con las diligencias, aquellos carruajes de caballos que se habían utilizado hasta la invención del motor.

En 1953, el Ayuntamiento de Iruñea adjudicó el transporte urbano de la ciudad a la empresa Autobuses Pamplona, filial de La Villavesa. Pero muy pocos decían que iban a montarse en el autobús, sino en la villavesa. El nombre había cuajado de tal manera entre la población, que todo el mundo siguió llamándole así.

Las villavesas comenzaron haciendo viajes a Atarrabia (este nombre había caído en desuso para entonces y luego fue recuperado), al barrio de Capuchinos, Etxabakoitz, Zizur Nagusia y al manicomio, que estaba cerca del monte, en el extremo noreste de la Txantrea. Este barrio ha cumplido ahora 65 años de vida, y sus vecinos utilizaban masivamente la villavesa para «subir a Pamplona». Es una curiosa expresión que denota una diferenciación entre la Txantrea y el centro histórico de la ciudad, y que todavía se sigue utilizando en la actualidad.

En aquellos años, la circulación de las villavesas era fluida, porque había muy pocos vehículos particulares y no existían pasos de peatones ni casi semáforos, ya que el primero se instaló en 1956. A veces se daban situaciones curiosas, como cuando dos villavesas se cruzaban en el estrecho puente románico de la Magdalena y una de ellas tenía que dar marcha atrás para que pudiera pasar la otra. Los vecinos de la Txantrea lo veían como lo más normal, hasta que se construyó el nuevo puente y descubrieron las ventajas de contar con dos carriles.

En las antiguas villavesas trabajaban dos personas, el conductor y el cobrador, y era habitual una tercera, el revisor, que solía montarse en cualquier parada y se encargaba de comprobar que los viajeros no se habían colado y habían pagado su billete, que entonces apenas costaba unos céntimos de peseta.

Eran tiempos en los que no había tope para el número de personas que podían entrar en una villavesa. Cuando ya no quedaba sitio, el conductor arrancaba hasta la siguiente parada, donde todavía solía montarse algún viajero más. Tampoco estaba prohibido fumar, y había que mantener las ventanillas abiertas, aun en pleno invierno, para poder respirar.

La empresa Autobuses Pamplona desapareció en 1969 y los trabajadores crearon la cooperativa COTUP, que acabaría absorbida por La Montañesa. En la actualidad es la Mancomunidad de Iruñerria la encargada del transporte urbano de viajeros, para lo que dispone de más de 140 villavesas.

Este curioso vocablo local llama la atención de quienes visitan Iruñea por primera vez, pero en los últimos años incluso se está internacionalizando gracias al ‘encierro de la villavesa’ que se corre el 15 de julio. Aunque en la actualidad no es ante un autobús, sino ante una bici, el nombre arraigó de tal manera que así se ha quedado.