Mikel Ziaurritz

Miguel Servet, el perseguido erudito navarro

Católicos y protestantes querían acabar con su vida por sus teorías teológicas y finalmente fue Calvino el que consiguió quemarlo vivo en la hoguera. Esa fue la horrible muerte que tuvo el erudito Miguel de Villanueva, más conocido como Miguel Servet, que pasó a la posteridad por descubrir la circulación menor de la sangre y cuya figura sigue generando polémica, como ocurría en el siglo XVI que le vio nacer en Tudela, según aseguran las últimas investigaciones en torno a su figura.

Reatro de Miguel Servet
Reatro de Miguel Servet

Si se consulta en una enciclopedia la biografía de Miguel Servet, lo más habitual suele ser que figure como lugar de nacimiento la localidad oscense de Villanueva de Sijena. Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo por el estudioso y pediatra Francisco Javier González Echeverría sitúan su venida al mundo en la Nafarroa todavía independiente, concretamente en Tudela.

De acuerdo con las pesquisas realizadas por este experto en la figura de Miguel de Villanueva, el estudioso que se escondía detrás del pseudónimo Servet, el polémico erudito habría nacido el 29 de setiembre de 1509 o 1511 (hasta la fecha es motivo de discusión) en la capital ribera, donde se refugiaban los judíos conversos mal vistos en España.

Peinando los archivos notariales de Zaragoza en busca de los antecedentes maternos de Villanueva, González Echeverría descubrió unos protocolos que demostraban que su familia pertenecía a la familia judeoconversa de los Zaporta. En concreto, un protocolo de su tía Beatriz Conesa Zaporta indicaba que su abuela materna, Beatriz Zaporta, era hermana del importante mercader y banquero Gabriel Zaporta. Además, se da la circunstancia de que el apellido Villanueva era muy común en familias conversas de Zaragoza.

Sobre su padre natural no se conocen más detalles y su madre, Catalina Conesa, poco tiempo después de nacer Miguel, se casó con Antón Serveto, notario e infanzón, con el que tuvo a su hijo Juan, quien, por lo tanto, era hermanastro de Miguel.



Con Nafarroa ya conquistada, Miguel de Villanueva se habría trasladado a Zaragoza o Villanueva de Sijena, donde se encontraba afincada su madre con su nueva familia. Por esas fechas habría sido operado de una hernia inguinal que le pudo generar una incapacidad física que le condicionaría hasta el extremo de no llegar a casarse.

Bajo la sombra de su poderoso padrastro, comenzó su educación con los frailes de Sijena para posteriormente seguir su formación en el castillo de Montearagón y más adelante en la Universidad de Toulouse, donde habría estudiado Derecho Civil y Canónico a partir de 1525.
 
Al mismo tiempo, Antón Serveto consiguió que Miguel fuera admitido como paje de fray Juan de Quintana, que fue confesor de Carlos V y que incluso le acompañó a su coronación en Bolonia. En el séquito imperial figuraba Villanueva.
Por esa época fue cuando acudió a casa de Ecolampadio, lo que supuso el comienzo de su contacto con grandes hebraístas, que recurrían a pseudónimos para escapar de posibles persecuciones de la Iglesia. El propio Villanueva dominaba el hebreo en su versión mediterránea. Este hecho evidenciaría, según el experto González Echeverría, que el aprendizaje de la lengua judía se debería al contacto con círculos judeconversos y no como consecuencia del estudio de obras en hebreo bíblico.

En compañía de Capito y Bucero, otros protestantes ocultos en alias, Miguel de Villanueva viajó a Estrasburgo y de esta ciudad a Haguenau, donde se imprimió su obra “De Trinitatis Erroribus” (Sobre los errores de la Trinidad). Ese comprometido texto lo firmó con el pseudónimo “Miguel Serveto alias Revés de Aragón, Español”.

La obra generó bastante revuelo, hasta el punto de que la Inquisición española empezó a investigar a ese individuo que aseguraba ser de Aragón. No tardó en dar con Antón Serveto alias Revés, al que parece que respetó tal vez por su condición de infanzón y cristiano viejo. En cambio, a Juan los inquisidores le enviaron a Alemania para que buscara a su hermanastro y lo llevara lo antes posible a España. Al parecer no tuvo suerte, un fracaso que pudo tener sus consecuencias, ya que Juan, que había sido secretario del arzobispo de Santiago, no pasaría de ser presbítero de Poleñino, una pequeña población cercana a Sijena.

A pesar de que la Inquisición dio orden de búsqueda y captura contra Miguel, este siguió adelante con sus obras críticas con la Iglesia al publicar, de nuevo en Haguenau, la obra “Dialogorum de Trinitate” (Los diálogos de la Trinidad), en la que volvía a firmar empleando el mismo pseudónimo. Este libro fue muy criticado por sus hasta entonces amigos protestantes, con los que se abrió una brecha tan profunda como la que ya se había creado con la Iglesia católica producto de su independencia de criterio en materias teológicas.

Tras abandonar Basilea y pasar por varias ciudades, Miguel de Villanueva se asentó en París, donde fue nombrado profesor en el Colegio de los Lombardos en 1533. Al año siguiente se desplazó a Lyon, donde fue contratado para realizar la primera edición francesa de la “Geografía de Ptolomeo”, que firmó con su verdadero nombre. Posteriormente, publicó su “Defensa contra Leonardo Fuchs”, que es una apología de su amigo Champier.

La disputa con el decano. En 1537 regresó a la capital francesa para estudiar Medicina, al mismo tiempo que impartía clases sobre Astrología en la universidad y publicaba su obra “Explicación universal de los jarabes”. Entonces se ganó el respeto de sus profesores, uno de los cuales le calificó como «hombre sabio en toda clase de letras que no tiene pareja (igual) en la doctrina de Galeno», pero también se granjeó a uno de sus mayores enemigos: el decano de Medicina Jean Tagault. Contrario a los métodos del erudito navarro, el decano consiguió que se suspendieran sus clases de Astrología. Cuando se enteró de que Villanueva iba a publicar una obra en defensa de esa ciencia, Tagault interrumpió una clase en la que Miguel y un cirujano estaban diseccionando un cadáver ante el resto de estudiantes, lo que le valió una amonestación.

Lo ocurrido no le frenó y poco después imprimía “Discurso a favor de la Astrología contra cierto médico”, en alusión al decano, lo que originó un juicio en París de toda la universidad contra él. Tagault realizó una nota acusatoria contra Villanueva en la que aseguraba que su enemigo declarado era «de nación española, según declara navarro, pero engendrado de padre español». Esa afirmación vendría a confirmar su nacimiento en Tudela. El erudito fue condenado a muerte, aunque la sanción que se aplicó de manera efectiva fue la retirada de su obra y la prohibición de criticar a ningún médico de París bajo pena de multa y cárcel.


En vista del clima hostil hacia su persona, se trasladó a Montpellier y a Avignon. En 1539 consiguió el ansiado título de Doctor en Medicina y se asentó en Charlieu, aunque las rencillas con otro médico le empujaron a viajar a Viena del Delfinado, cerca de Lyon. Allí, Villanueva compaginó su trabajo como galeno con sus tareas de corrector realizando revisiones enriquecidas de diferentes obras.
En 1540 firmó un contrato con la Compañía de libreros para realizar una Biblia. Dos años después se editó la “Biblia sagrada según Santes Pagnino”, en la que Villanueva escribió su largo prólogo, y la “Biblia sagrada según los últimos doctores”.

1543 fue un año especialmente fructífero para el estudioso navarro, ya que publicó “Materia Médica-Dioscórides”, que completó con una farmacopea titulada “Enqueridion o Dispensarium”. Siguiendo con textos sagrados, lanzó “Retratos o tablas de las historias del Testamento Viejo”.

Su fama se iba acrecentando y en 1546 mantuvo una relación epistolar con el líder protestante Calvino. Villanueva le envió un borrador de “Restitución del Cristianismo”, una obra escrita en vocabulario hebreo y griego, y en la que figura la primera descripción de la circulación menor de la sangre. Se ve que el contenido de esas cartas y del libro disgustaron especialmente a Calvino, ya que se rompió el contacto entre ambos y empezó un odio muy profundo del protestante hacia el erudito navarro.

Poco después, en 1548, Miguel de Villanueva iniciaba los trámites para obtener la naturalización francesa, según señala el estudioso González Echeverría. En esa solicitud, indicaba que era «Doctor en Medicina, nativo de Tudela en el Reino de Navarra».

Por esas fechas siguió con su producción de libros con la publicación de “Ópera Omnia de Galeno”, “Libro infantil de notas sobre la elegancia y variedad de la lengua latina” y “Librito sobre la construcción de las ocho partes de la Oración con comentarios y traducción española”, todos ellos imprimidos por su editor y amigo Jean Frellon.

El año 1550 tuvo dos caras para el navarro Miguel de Villanueva. Por un lado, fue elegido por dos años prior de la cofradía de San Lucas, que se dedicaba al tratamiento de enfermos sin recursos, lo que le convertía en uno de los hombres principales de Viena del Delfinado. Pero al mismo tiempo, Calvino iniciaba una agresiva campaña contra él con la publicación de “De Scandalis”, en la que denunciaba a Miguel de Villanueva como Servetus e instaba a los católicos a que lo detuvieran, a pesar de que se lo pedía un líder protestante.

La petición de Calvino cayó en saco roto, pero las cosas cambiaron en 1553. El 3 de enero se publicó la “Restitución del Cristianismo” bajo las iniciales M.S.V. Al mes siguiente, Miguel de Villanueva fue denunciado a las autoridades de Lyon por Guillermo de Trie, un francés próximo a Calvino. Esta vez sí, la Inquisición francesa actuó y encarceló al erudito navarro a pesar de ser uno de los notables de la ciudad y médico del arzobispo de las Galias. Durante los interrogatorios a los que fue sometido, volvió a asegurar que era «nativo de Tudela en el Reino de Navarra».

Sin haber terminado esta fase del proceso, el 7 de abril consiguió evadirse de la cárcel y se ocultó. El 17 de junio se quemaba a Miguel de Villanueva en efigie con parte de los libros de la “Restitución del Cristianismo”.

Huir del fuego para caer en las brasas. Tres meses después, el navarro abandonó su escondite y se dirigió hacia Italia pasando, sorprendentemente, por Ginebra, el feudo de su gran enemigo Calvino. Allí fue detenido el 13 de agosto y encarcelado en una celda con las ventanas tapiadas. Durante dos meses vivió en una situación extrema, rodeado de frío y humedad, y sin posibilidad de cambiarse de ropa, según señala González Echávarri.



Al conocerse su detención, se reclamó al reo desde Viena del Delfinado, pero Calvino hizo caso omiso de esas peticiones, ya que quería ocuparse personalmente de su odiado enemigo. Tras el correspondiente proceso, el 27 de octubre de 1553 se le condenó a muerte por sus opiniones sobre la Trinidad y el bautismo de los niños. Ese mismo día fue conducido a la colina de Champel, a las afueras de Ginebra. Se le ató a un poste con una cadena de hierro, se le puso una corona de paja y hojas secas con azufre y se le quemó vivo hasta que quedó reducido a cenizas. Lo ocurrido impactó tanto a su amigo Jean Frellon, que desde la muerte del navarro no volvió a figurar como impresor.

Prácticamente dos meses después, se dictaba en Viena del Delfinado sentencia eclesiástica de muerte contra Miguel de Villanueva, al mismo tiempo que se ordenaba la destrucción de sus obras.

La ejecución en la hoguera de Miguel de Villanueva alias Servet generó una encendida polémica en la Europa del momento entre los defensores del erudito y los que apoyaban a Calvino, quien intentó justificar la muerte del navarro con la publicación de “Defensa de la fe ortodoxa contra los prodigiosos errores de Miguel Serveto”.

A pesar de su trágico final, sus teorías religiosas no cayeron en el olvido y fueron extendidas por Hungría, Transilvania, Polonia y más adelante por Estados Unidos por las iglesias socinianas y unitarias, que rechazan el dogma de la Trinidad y la existencia del infierno.

Esta continuidad religiosa y sus aportaciones al mundo de la medicina son el principal legado del polémico erudito, quien en sus escritos recogió claramente su independencia de criterio, ya que ni con católicos ni con protestantes «concuerdo o disiento. Me parece que todos tienen parte de la verdad y parte del error, y que cada uno ve el error del otro, pero nadie ve el suyo. Que Dios por su misericordia nos haga entender los nuestros, y sin obstinación». No tuvo suerte, ya que tanto católicos como protestantes aparcaron un momento sus diferencias para acabar con él.