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El monumento a los Fueros, un icono sin inaugurar

Han pasado más de cien años desde que se levantó el monumento a los Fueros, pero todavía está sin inaugurar esa gran escultura cargada de simbolismo que representa la resistencia de Nafarroa ante los ataques de Madrid, concretamente cuando el ministro español Germán Gamazo intentó quitarle sus competencias fiscales a finales del siglo XIX.

El monumento a los Fueros terminó de ser construido en 1903.
El monumento a los Fueros terminó de ser construido en 1903.

El 4 de junio de 1893, miles de navarros se echaron a la calle para protestar contra la pretensión del ministro Gamazo de suprimir el régimen propio que conservaba Nafarroa en materia fiscal. Al finalizar la marcha, a la que el gobernador negó la pertinente autorización, se hizo entrega en el Gobierno Civil de un manifiesto de protesta avalado nada menos que por 120.000 firmas.

Finalmente, el Gobierno español reculó en sus pretensiones y Nafarroa superó el envite. Para recordar la encendida defensa de los navarros de sus Fueros, desde diferentes medios se sugirió la posibilidad de erigir un monumento conmemorativo.

La iniciativa cuajó y se formó una comisión compuesta por ocho personalidades de la época, a las que posteriormente se sumaron otras tres, para acometer esa empresa. Esta comisión hizo un llamamiento a los navarros a mediados de 1893 para que secundasen una suscripción popular en pro del citado monumento. Al mismo tiempo, se solicitó ayuda a los municipios, entre los que destacaron por su buena acogida Etxarri-Aranatz y Abarzuza.

 Sin embargo, los bolsillos no estaban tan calientes como los ánimos y poco antes de los sanfermines de 1894, la Comisión tuvo que hacer un llamamiento a la ciudadanía para pedir fondos. En ese momento, se fijó la cuantía mínima de la aportación en cinco céntimos y la máxima no tenía límite, aunque posteriormente se ha dado la cifra de 25 pesetas.

A las alturas de enero de 1895, solo se habían reunido 40.000 pesetas y la Comisión pidió ayuda a la Diputación y el Ayuntamiento de Iruñea, que decidieron aportar 15.000 y 5.000 pesetas, respectivamente.

Con esta inyección monetaria se consideró que había llegado el momento de iniciar las obras siguiendo el proyecto diseñado por el arquitecto iruindarra Manuel Martínez de Ubago. Aunque se barajó la posibilidad de ubicarlo en la plaza de la Constitución (actual plaza del Castillo), el emplazamiento elegido fue frente al Palacio provincial, donde habían tenido lugar los actos de las manifestaciones locales.

Se quitó un surtidor en ese lugar (y que actualmente se encuentra en los jardines de la Taconera) y comenzaron las obras de cimentación, que contaron con la dificultad de la humedad y la naturaleza del terreno, aunque lograron profundizar 4,85 metros.

A partir de ese momento, los trabajos avanzaron muy lentamente hasta que quedaron paralizados en 1897, porque se habían agotado los fondos. A mediados del año siguiente, se realizó una nueva suscripción y se retomaron las obras, que volvieron a paralizarse en marzo de 1900.

La suciedad se fue acumulando en la zona a pesar del vallado que la aislaba y empezaron a surgir grandes ratas, lo que provocó las quejas de los vecinos.

En vista de la situación y para terminar de una vez por todas las obras, la Diputación decidió incluir una partida para el monumento en los presupuestos de 1902. Ese dinero permitió realizar la escultura de la matrona que representa a Nafarroa y que corona el monumento, cuyo coste ascendió a 27.000 pesetas. También se ejecutó el resto de esculturas, de tal manera que el monumento estaba terminado en 1903. El coste final fue de 200.000 pesetas.

Al finalizar las obras se acuñaron unas medallas conmemorativas, pero no se hizo una inauguración oficial como tal. De hecho, más de cien años después y a pesar de ser uno de los símbolos más reconocibles del herrialde, sigue sin haber sido inaugurado.