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El robo del tesoro de la catedral de Iruñea

La noche del 10 de agosto de 1935 se produjo uno de los robos más sonados de la historia de Iruñea: el del tesoro de la catedral. Aunque la mayor parte del botín fue recuperada, algunas piezas nunca llegaron a ser encontradas y muchas sombras siguen rodeando a este espectacular robo.

La catedral de Iruñea fue escenario de un espectacular robo hace más de 80 años.
La catedral de Iruñea fue escenario de un espectacular robo hace más de 80 años.

La noche anterior, dos personas se situaron en el paseo de Ronda con una escalera y serraron uno de los barrotes de la verja de la sacristía de la seo iruindarra.

Tras esconder todo, esperaron a la siguiente noche, subieron con la escalera oculta hasta la verja, doblaron el barrote y entraron en la sacristía. Una vez localizadas las llaves de la cámara del tesoro, se apropiaron de las joyas más destacadas, incluyendo la arqueta de Leire.

Tras abandonar la catedral, ocultaron la mayoría del botín, que ascendía a unos ocho millones de pesetas de entonces, en un piso de la calle Arrieta y la arqueta, en el camino de Capuchinos a la carretera de Irurtzun.

Mientras se intentaba localizar lo robado, el día 18, unos chavales encontraron unos engarces de metal en la calle Arrieta y los entregaron a un sacerdote al sospechar que podían pertenecer al desaparecido tesoro de la catedral. Así resultó ser y la Policía dio con buena parte del botín al registrar varias viviendas en la zona.

El propietario del piso donde se localizaron las piezas, un industrial iruindarra, fue detenido y confesó que la arqueta había sido escondida. El 8 de septiembre fue localizada esta última junto al pueblo de Berriobeiti.

Tiempo después, el 16 de diciembre, fue detenido uno de los autores del robo, José Ramón Rodríguez Rajo, ‘el Portugués’, y el 17 de enero de 1936 era arrestado su cómplice, Román Gainza Iguaran. Parte del tesoro no fue encontrada.

Este acontecimiento ha sido novelado por José Luis Díaz en su obra ‘El robo de la catedral’, editada por Pamiela. Partiendo de la documentación judicial y catedralicia, de la hemeroteca y de testimonios de personas contemporáneas de los hechos, Díaz compone un relato que no es real al cien por cien, pero que muy bien pudo serlo.