Pello Guerra

Puentes de Iruñea, piedras por las que discurre la historia

Desde hace siglos, diferentes estructuras de piedra se encargan de salvar el río Arga para facilitar el acceso a Iruñea. Algunos de estos puentes tienen su origen en tiempos de la antigua Roma, aunque la mayoría fueron levantados en la Edad Media. A pesar de que continúan cumpliendo con su función original, varios han sido sustituidos por otras estructuras más modernas, pero siguen dotando de encanto a las orillas del río.

Puente de la Magdalena. (Idoia ZABALETA/ARGAZKI PRESS)
Puente de la Magdalena. (Idoia ZABALETA/ARGAZKI PRESS)

Siguiendo el curso del Arga a su paso por Iruñea, el primer puente es el de la Magdalena, que ha sido y es paso obligado de los peregrinos del Camino de Santiago que llegan a la ciudad. Tiene una longitud de 65 metros y una anchura de 4,30, y consta de cuatro arcos. Los expertos datan esta estructura a finales del siglo XI o comienzos del XII por sus similitudes con el puente románico de Gares, levantado por esas fechas. En 1962 se hizo un puente de hormigón a cien metros para poder encauzar por él de una manera más apropiada el tráfico rodado, de tal manera que este ha quedado para el paso de peatones.



Más adelante, las aguas discurren por el puente de San Pedro, que está considerado como el más antiguo de todos, ya que no faltan historiadores que atribuyen su construcción a los romanos, puesto que serviría para unir la antigua Pompaelo con la vía romana que bordeaba el monte Ezkaba. Con seguridad ya existía antes de la Edad Media. Tiene una longitud de 60 metros y consta de tres arcos de medio punto. Su anchura original era de tres metros, aunque fue ampliada hasta los cuatro. Hasta principios de los 90 por ese puente circulaban los vehículos, aunque alternando los dos sentidos, ya que, evidentemente, dos coches no podían pasar a la vez.
 
Como en el caso de su homólogo de la Magdalena, en sus proximidades se levantó otro puente para asumir el tráfico rodado. Se trata del puente del Vergel y fue construido en 1990 siguiendo el proyecto del ingeniero Javier Manterola, premio Príncipe de Viana de 2005.

El siguiente puente es el de Rotxapea o Curtidores, al que el poeta Guillem Anelier califica de «nuevo» en su crónica sobre la Guerra de la Navarrería de 1276. A lo largo de la historia ha sufrido varias modificaciones para permitir el paso de coches y recibe su nombre por ser el punto de conexión entre el centro de la ciudad y este barrio del norte. También es conocido como de Curtidores porque los artesanos colgaban las pieles a secar en este puente. Durante los Sanfermines, es la estructura por la que pasan los astados en el recorrido que hacen en el Encierrillo.

A continuación, varios puentes seguidos se van sucediendo. El primero es el del Plazaola, construido en 1910 para facilitar el paso del tren de ese nombre que cubría la línea Donostia-Iruñea. El original de metal fue arrastrado por una crecia del río a comienzos de los años 30 y sustituido por uno de cemento.

Mucho más moderno es el puente de las Oblatas, inaugurado en julio de 1997 y que absorbe el tráfico de Alde Zaharra y Errotxapea en dirección a Donibane y Mendebaldea. Destaca el arco que lo divide en dos partes.



El de Santa Engracia debió de levantarse en el siglo XII, según parecen apuntar los dos arcos ojivales que lo integran y que le permiten contar con una longitud de 55 metros y una anchura de cuatro. Debe su nombre al monasterio fundado y construido en la orilla derecha del Arga en el año 1176 y que fue destruido el año 1823.

Unos pocos metros aguas abajo, aparece el puente de Cuatrovientos, que se construyó en 1789 para hacer frente al aumento de actividad con el norte de Iruñea y Gipuzkoa. Está realizado en piedra y hormigón, y consta de tres arcos rebajados. En la primera mitad del siglo XX se amplió su capacidad.



Tras pasar por la pasarela de los Tubos, creada en los años 40, el puente de Sanduzelai y la pasarela peatonal levantada recientemente, de 110 metros y con un carácter muy escultural, el Arga llega al puente de Miluze. Este puede tener un origen romano y su nombre está vinculado con una leyenda relacionada con el rey Carlos II. En 1351, el soberano ordenó el ajusticiamiento de una serie de personas que se mostraban rebeldes con la Corona. Fueron colgadas de la estructura y sus lenguas largas (mihi luze, en euskara) habrían dado origen al topónimo.