Amaia Markotegi

Yo soy rojilla, no rosilla

«¡Venid a ver esto!». Es lo primero que me salió decirles a mis hermanas al leer lo que ponía en la etiqueta de la famosa bufanda rosa. «Bufanda chica Osasuna», ponía en la etiqueta.

Bufanda rosa para chicas que se vende en la tienda de Osasuna.
Bufanda rosa para chicas que se vende en la tienda de Osasuna.

Mil veces habremos pasado por delante de esta bufanda. A pesar de que llama la atención una bufanda rosa en la tienda de Osasuna (no es uno de nuestros colores ni lo hemos vestido recientemente), jamás nos interesamos por ella.

El malestar posterior fue notable. Bien es cierto que el mundo del fútbol en general es muy machista y nosotras hemos crecido en él en distintos planos, pero sentirnos discriminadas en nuestra casa ya era lo último.

¿A qué viene esta segregación por sexo? ¿A qué viene hacer bufandas rosas para chicas? ¿También van a pintar nuestros asientos en el Sadar de rosa? ¿O nuestros abonos?

Vaya por delante que no tengo ningún problema con el color rosa, diré incluso que me gusta, pero esto no… ¿Los chicos de azul y las chicas de rosa? El machismo no es solo la creencia de que el hombre es superior a la mujer, es mantener unos roles de género, es crear desigualdad, es que cada uno siga cumpliendo con su papel en la sociedad y que nadie se salga del tiesto. Y ya que las mujeres van al fútbol, que no pierdan su esencia, que sea de rosa. Es indignante tener que aguantar esto en pleno siglo XXI.

Y esto es solo la punta del iceberg, es solo una de las miles de situaciones machistas que nos rodean a diario y con las que nos hemos «acostumbrado» a convivir. Es el xirimiri que poco a poco hace que te vayas a casa empapada. Por eso es importante.

Es importante que tengamos un Club feminista, que no nos discrimine por nuestro género, (seguramente más de uno haya cortocircuitado al leer la palabra feminista, por eso añadiré  la definición de feminismo según la RAE: «Feminismo: ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres»).

Porque el feminismo empieza en lo más sencillo, en las palabras que elegimos al hablar, en los chistes de los que nos reímos y en el respeto a quien tenemos cerca. Solo así el feminismo ira ganándole terreno al machismo.