Iñaki Vigor

Un fragmento de hueso, origen de los sanfermines

No es lo mismo San Fermín que los sanfermines. En singular es el nombre de un santo que ha llegado a ser copatrón de Nafarroa, y en plural son las fiestas populares más conocidas del mundo. Curiosamente, un fragmento del supuesto cráneo del supuesto santo es el origen de la fiesta.

La imagen de San Fermín guarda en el pecho una de las reliquias del santo. (Lander ARROYABE/ARGAZKI PRESS)
La imagen de San Fermín guarda en el pecho una de las reliquias del santo. (Lander ARROYABE/ARGAZKI PRESS)

San Fermín apenas gozó de popularidad en Nafarroa cuando el cristianismo penetró en tierras vascas, y prueba de ello es que no da nombre ni a ermitas ni a iglesias del herrialde. Entonces, ¿cómo llegó a ser patrón del reino vascón un santo casi desconocido?

La respuesta se encuentra en la llegada a Iruñea de un fragmento del cráneo del santo, una pequeña reliquia que, con el tiempo, iba a tener una gran trascendencia para la ciudad.

Cuenta la leyenda que Fermín nació en la Vieja Iruñea (Pompaelo) en el año 272, que era hijo del senador pagano Firmus y que fue bautizado en el Pocico de San Cernin tras convertirse al cristianismo. Después de predicar por Nafarroa, viajó a la ciudad de Amiens (norte del Estado francés) y allí murió decapitado el 25 de setiembre del año  303 por quienes no admitían la nueva religión. Tenía solo 31 años de edad.

La veracidad de esta leyenda fue cuestionada hace casi medio siglo por varios historiadores navarros y arqueólogos de Amiens. Investigaron por separado al supuesto santo y llegaron a la conclusión de que la historia de San Fermín no tenía ninguna base histórica. Solo era leyenda. A esa misma conclusión llegó más tarde el historiador iruindarra Roldan Jimeno.

Los santos proliferaron por casi toda Europa en los primeros años del cristianismo, y después llegó la costumbre de la Iglesia de repartir sus restos, a modo de reliquias, para obtener beneficios a cambio. Huesos de piernas, brazos, dedos, costillas e incluso prepucios incorruptos fueron traslados a iglesias, conventos y catedrales para que pudieran ser venerados por los creyentes.

«El que crea en mí, se salvará, y el que no, se condenará». Era palabra de Dios. Y como nadie quería condenarse en el fuego eterno, las creencias más absurdas fueron arraigando en las mentes de las gentes sencillas y pasando de generación en generación.

Una costilla y un trozo de brazo
En el caso de San Fermín, el historiador Jimeno Jurio recoge en su obra ‘Al airico de la tierra’ que sus reliquias fueron descubiertas el 13 de enero del año 615 en Amiens gracias a un prodigio extraño. Dos siglos más tarde, los prelados de esta ciudad comenzaron a repartir sus restos. Un hueso llegó a la colegiata de San Quentin de Vermandois, y una costilla a la colegiata de Picquigny.

El reparto de las reliquias continuó en el siglo XII. Un trozo de brazo de San Fermín fue regalado por el obispo Foulques a su prima Alex de Crespy, esposa de Teobaldo II, y recibió como recompensa el señorío sobre la ciudad de Croissy-sur-Serre. Como se ve, las reliquias de santos estaban muy bien cotizadas.

Mientras los huesos del mártir iruindarra eran venerados por diversas iglesias del Estado francés, el reino navarro fue poblándose de influyentes comunidades francas. Los principales núcleos se asentaron en Iruñea (San Cernin y San Nicolás), Zangoza, Lizarra, Gares y Elo. Sin embargo, la inmensa mayoría de los navarros desconocía la existencia de San Fermín.

La cavidad del ojo izquierdo
Todo cambió en 1186. Ese año, el obispo Don Pedro de París –también conocido por su lugar de nacimiento como Don Pedro de Artajona– recibió de su amigo Teobaldo de Heilly, obispo de Amiens, un fragmento del cráneo de San Fermín, aquel mártir del que se decía que había sido bautizado en el Pocico de San Cernin.

Esa reliquia llegó a Iruñea el 10 de octubre, día que pasó a ser la fiesta de San Fermín. Esa festividad se mantuvo durtante 405 años, hasta que en 1591 se trasladó al 7 de julio.

Mientras tanto, la Iglesia de Amiens siguió repartiendo los restos que iba sacando del sepulcro del santo, y de ello dejó constancia la investigación de Jimeno Jurio: «Un brazo fue colocado en relicario de plata; luego se hizo lo mismo con la cabeza. A partir del siglo XVI comenzaron a llegar a Navarra nuevas reliquias. En 1522 trajo una Martín de Azpilcueta, el Doctor Navarro. Doña Beatriz de Viamont y Navarra, fundadora de los carmelitas descalzos de Pamplona, logró en 1569 del obispo de Amiens, Antonio de Crécy, un considerable trozo del cráneo con la cavidad del ojo izquierdo, trasladado procesionariamente a San Lorenzo en 1572».

Pocos años después llegó a Iruñea un tercer fragmento de San Fermín, esta vez el del hueso frontal. Fue un gesto de agradecimiento del prelado de Amiens hacia el capitán Miguel de Olagüe por defender la catedral de aquella ciudad frente a las profanaciones de las tropas españolas de Felipe II en 1597.



La última reliquia llegó en pleno franquismo
Los restos del santo debieron de ser muy abundantes, porque en 1674 la capital navarra regaló reliquias a la villa de Flasa (Girona) y en 1687 a la colonia navarra de Madrid. En la capital española ya se veneraba desde mucho antes la cabeza de San Fermín, según recoge De la Noue en su ‘Chronique des Minimes’, obra editada en 1561.

La última reliquia de San Fermín llegó a Iruñea, con gran solemnidad, en plena dictadura franquista. Fue el 16 de marzo de 1941, y se trató de un regalo de Lucien Martin, obispo de Amiens.

Pero ningún resto óseo ha tenido la trascendencia que tuvo aquel fragmento del cráneo de San Fermín regalado a Pedro de Artajona. Las crónicas no describen cómo trozeaban los huesos, pero no cabe duda de que aquella pequeña reliquia fue el origen de una gran fiesta.

Año Santo Sanferminero
Existe, incluso, la llamada Fiesta de las Reliquias, que se celebra el 13 de enero. Algunas de estas reliquias se conservan en el óvalo del pecho de la imagen del santo, que fue colocada en la actual capilla de la iglesia de San Lorenzo el 6 de julio de 1717. Este 300 aniversario se celebrará estos días por todo lo alto, ya que el Papa lo ha declarado Año Santo Sanferminero.

Además, existen otras reliquias de San Fermín en la catedral de Iruñea, en el oratorio de la Casa Consistorial, en la basílica de Aldapa y en el convento de San José, donde se encuentra la comunidad de Carmelitas Descalzas.

Por cierto, los sanfermines pueden considerarse las fiestas de todo el herrialde, ya que San Fermín no es el patrón de Iruñea, sino de Nafarroa. Este título protector lo comparte con San Francisco Xabier, según decisión tomada por el Papa Alejandro VII en 1657 para evitar envidias y rencillas entre los partidarios de uno y otro santo.

También existen reliquias de San Francisco Xabier. En el año 2006 unas 3.000 personas acudieron a ver el brazo trasladado desde Roma a Nafarroa entre grandes medidas de seguridad. Esta cifra resulta insignificante comparada con los 5 millones de personas que suelen asistir a ver los restos del copatrón navarro en la catedral de Goa, ciudad de India en la que murió el 3 de diciembre de 1552. A diferencia de San Fermín, su existencia no es leyenda, sino que está perfectamente documentada.