Ramon Sola

No hay mal que bien no venga

Más allá de los empates y las sensaciones ante Valencia y Granada, el horizonte de Osasuna quedó marcado a finales de diciembre, con la derrota en A Coruña tras las de Gijón y Leganés. Mirado en positivo, la afición rojilla está ante un escenario inesperado y hasta dulce: no sufrir este año. Y su equipo técnico, también: poder preparar el futuro. Algo parece haberse aprendido estos últimos días…

De los nueve puntos con los que cuenta Osasuna, tres los obtuvo ante el Eibar en su única victoria. (Monika DEL VALLE/ARGAZKI PRESS)
De los nueve puntos con los que cuenta Osasuna, tres los obtuvo ante el Eibar en su única victoria. (Monika DEL VALLE/ARGAZKI PRESS)

Nunca he creído que Mikel Merino vaya a volver a Osasuna este invierno. Además de posible, ahora tampoco me resulta inteligente. Y eso sí, cómo no, sería una gozada ver de nuevo de rojo al mejor medio centro que ha llevado esa camiseta desde Pablo García, pero no serviría más que para hacerle un favor al Borussia (y bastante tuvo con llevárselo a ese precio). A un partido de acabar la primera vuelta y con nueve ridículos puntos en el zurrón, lo único realmente sensato es ir preparando equipo para el próximo año en Segunda, a la vez que se compite a tope sin tirar la toalla y con valentía, como en los dos últimos encuentros. La permanencia no es más que un plan B.

Por una vez esta temporada de despropósitos, parece imponerse cierta lógica en los discursos de Vasiljevic y compañía, aunque habrá que ver si en el sprint final del mercado de invierno no se vuelven a aturrullar las mentes al ritmo que marcan los representantes con sus dichosas gangas. No es hora de entradas, sino de salidas. No de gastar lo que no hay, sino de invertir para que haya más en el futuro.

Como no hay mal que por bien no venga y si algo tiene la hinchada osasunista es perspectiva, aprovechemos estos cuatro meses para disfrutar… y para sembrar. Porque en 2016 fue la carrera frenética por entrar primero en el play-off y llegar luego a Primera, en 2015 la angustia inenarrable de Sabadell, en 2014 la depresión de Cornellá y las lágrimas ante el Betis, en 2011 y 2013 los sofocones ante el Sevilla con las remontadas de Lekic y Puñal, antes la salvación con gol de Cejudo al Villarreal, y la potra de Camacho ante Barça y Madrid, y la infame salvación con derrota de Ziganda en Santander…

En la última década, prácticamente solo en la 2011-2012, con Mendilibar y Raúl García, Osasuna tuvo un final con cierta calma que permitiera ir preparando el futuro. El resto ha sido un no-vivir, casi siempre con final feliz, cierto, pero dejando secuelas. Salvo que esta temporada termine de volverse loca y basten 30 y pocos puntos para permanecer, el descenso es una evidencia que invita a gestionarse en dos tramos. Uno primero en el que se retire ya mismo a todos los inequívocamente prescindibles, por falta de nivel, de compromiso o de futuro en la entidad: Fuentes, Mérida, Riviére, uno o los dos porteros… Y otro periodo final, salvo remontada ya con la certeza del descenso, en el que se decante si sirven o no para el futuro los que están dejando dudas por un motivo u otro: Otegi, Olavide, Kodro, Jaime, Fausto, Causic…

Y mientras, a intentar repartir sustos y dar alguna alegría, empezando por un Sevilla al que dan muchas ganas de ver.