Ramon Sola

Osasuna se pone macarra

El 2-3 con remontada de Eibar recuerda a aquel 2-3 de Oviedo en el primera temporada en la élite que salvó la cabeza de Lotina y fue el punto de inflexión hacia la salvación final en Anoeta. Martín se hace fuerte y lo apuntala con una bravata desafiante. Y la apuesta por Digard, arriesgada, traslada al terreno ese nuevo tono.

Oída la rajada de Martín en sala de prensa («No me han pillado y no me van a pillar, Enrique Martín no se rinde, cuidado. Tengo mi grupo de acosadores, pero no han podido conmigo y no van a poder»), todo hace pensar que en el segundo 19 del partido de Ipurua el de Campanas tenía pie y medio en la calle. Porque a estas alturas de su carrera, no parece que con lo de «acosadores» pudiera referirse a aficionados, tuiteros, ni periodistas; tiene que estar dentro de la casa y en el ámbito de los que toman decisiones. Con todo, hay algo que no cuadra en la tesis: si tan segura estaba la mayoría de la Junta de que había que mandar a casa a Martín, el momento idóneo era tras el empate con Las Palmas, escudándose en motivos médicos y con dieciséis días de espacio para un tránsito ordenado. Si no se atrevieron entonces, quizás ya no tengan otra oportunidad.

El caso es que en Ipurua Martín quemó otra de sus siete vidas y se cargó de oxígeno. El abrazo de Roberto Torres tras el 2-3 evocó aquel que le dio Iván Rosado a Lotina el 25 de febrero de 2001, cuando el de Meñaka también escuchaba el tic-tac de la cuenta atrás para la destitución. Aunque hubo otro más desapercibido, tras los 90 minutos, que refleja más el momento actual: es el que se dieron Martín y Digard. Y es que en el normando ha puesto el míster todas las esperanzas para recuperar el espíritu resistente, macarra si hace falta, que se ha echado en falta en este inicio de campaña.



La apuesta tiene mucha incertidumbre. Aparte de su currículum de lesiones, Digard no mostró en Ipurua gran cosa aparte de colocación y veteranía. Se le vio pesado, con muy poco ritmo y economizando esfuerzos, y pese a ello acabó tieso. El gen pandillero sí queda claro hasta en los andares. Habrá que cruzar los dedos, porque en esa zona clave del campo se juega Osasuna todo su futuro. Con las expectativas (¿o ensoñaciones?) de recuperar a Merino en diciembre difuminadas tras su última titularidad en Dortmund, con un Fausto que no da la talla por el momento, con un Causic inédito… a Digard y Oier les va a tocar comerse ese inmenso marrón.

Si lo solucionan, el resto del equipo parece apañado. Con Oriol Riera y Sergio León hay una dupla coherente y equilibrada en ataque, dos jugadores diferentes que pueden sumarse o incluso multiplicarse. Que Torres y De las Cuevas son peloteros de Primera tampoco está en duda. Como que Unai y David García van a crecer en la medida en que interioricen el ritmo de esta categoría, muy diferente al de Segunda. Y en las bandas hay tres opciones para cada lado (Oier, Aitor y Álamo por la derecha; Berenguer, Fuentes, Clerc para la izquierda); alguna servirá.