Aitor Agirrezabal
Periodista
IKUSMIRA

Solo son niños y niñas

La semana pasada Iruñea y Gasteiz vivieron ataques contra la campaña de Chrysallis ‘Hay niñas con pene y niños con vulva’. Ruptura de marquesinas y pintadas que rezaban, en todos los sentidos de la palabra, «son solo niños». Es otro de los logros del Gobierno navarro, quitar la careta a un fascismo que se encontraba demasiado cómodo bajo el mandato de UPN, pero que ya ha asomado en demasiadas ocasiones desde mayo de 2015. Una asociación católica, al mismo tiempo, pedía que se acusase por «corrupción de menores» a los impulsores de la campaña. Una campaña que trata de visibilizar y normalizar la transexualidad de los menores.

Ayer, por contra, conocimos que Izar, la hija de dos años de la presa política vasca Sara Majarenas, había sido atacada con un cuchillo por su padre, en un nuevo caso de violencia machista en el que multitud de medios de comunicación desviaron la atención hacia la condena que cumple Majarenas, y no precisamente para recordar que tiene más de tres cuartas partes de la misma cumplida o que lo hace a 600 kilómetros de casa. Situación en la que también ha vivido Izar en sus más de dos años de vida.

Ninguna de estas voces que reclamaban que «solo son niños» ha salido a recordar la situación que viven Izar y cientos de menores que son hijos e hijas de la dispersión. Violencia machista y política penitenciaria, dos herramientas de control y castigo empleadas por un mismo sistema. Dos prioridades para la construcción de una sociedad compuesta por personas libres y que no pueden limitarse a ciertos sectores del arco político.