Ramon Sola

Dos almas (en pena) gemelas

No hay dos estructuras en la Liga más similares que Osasuna y Sporting. Clubes que, por encima de coyunturas, se sostienen por la adhesión inquebrantable de la hinchada y lo que van produciendo sus canteras, que alumbran a gentes peculiares e intransferibles como Martín o Preciado, y de vez en cuando logran algún milagro.

El añorado Merino, en un enfrentamiento ante el Sporting. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)
El añorado Merino, en un enfrentamiento ante el Sporting. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)

El sábado irán a por ello, aunque lo más probable parece un abrazo del oso que se lleve a los dos a Segunda. Y eso no será un drama ni en Iruñea ni en Gijón, porque en ambos sitios (al contrario que en Leganés, o Almería, o Valladolid, o tantos y tantos otros) saben que hay vida también más allá de la Primera.

Podemos remontarnos para recordarlo a mayo de 2000, cuando rojos y rojiblancos pugnaban por subir en el penúltimo encuentro de Liga en el Molinón, con 5.000 osasunistas en las gradas. El partido tuvo de todo: polémica arbitral, invasión de campo de la afición visitante, sorprendente 1-0 para el Sporting a cinco minutos del final y sin merecerlo, y empate postrero de Iván Rosado, de tacón, que dejó el ascenso en bandeja (se materializaría una semana después en El Sadar ante el Recre). El Sporting se quedaría en Segunda, adonde había caído en aquella lamentable temporada de los 13 puntos en 38 partidos. Siguen marcando un récord histórico al que se ha acercado ahora este penoso Osasuna.

Desde entonces ha llovido mucho tanto allí como aquí, pero los dos rivales de este sábado han mantenido siempre intactos sus dos pilares básicos: afición y cantera. Con eso han sobrevivido e incluso han tenido algunas alegrías, efímeras siempre por los errores de gestión económica y deportiva. Solo en comunidades así, donde el corazón manda sobre la cabeza, florecen técnicos como Manolo Preciado o Martín Monreal, de los que se puede esperar incluso algún milagro. El del Sporting de hace dos años, con Abelardo al frente, fue clonado la temporada pasada por Martín: con limitaciones de fichas y de nóminas, encomendándose a lo de casa, contra todo pronóstico, primero los asturianos y luego los navarros acabaron ascendiendo. Luego llegaron los despropósitos de siempre, con un montón de contrataciones sin ton ni son que han despersonalizado a uno y otro por igual.

La historia se repite, y ninguna más que la de Sporting y Osasuna. El ciclo vuelve a estar predeterminado: si bajan a Segunda tendrán que volver a apretarse el cinturón, la cantera pasará a primer plano, la afición volverá a engancharse con un equipo al que sentirá como más propio, y pronto o tarde es casi seguro que todo hará «clac» y volverán a Primera. Está escrito. Para dos almas gemelas, ahora en pena, el descenso no será un infierno, sino en todo caso un purgatorio; tampoco puede decirse que la Liga de las Estrellas haya sido el cielo.