Esta escultura está considerada una de las obras más logradas de Ramón Arcaya (1895-1943), un escultor de Iruñea que solo vivió 48 años pero que recorrió varios países para completar su formación artística. Fue en París donde se contagió del realismo naturalista de Rodin, y a su regreso a la capital navarra, en 1922, presentó al Ayuntamiento el boceto de una escultura que bautizó como ‘Monumento a los muertos’.

A la vista de «la gran calidad de la pieza», el Consistorio decidió adquirir la obra y colocarla en la parte exterior del cementerio de San José. Se trata de un conjunto escultórico formado por dos figuras de granito alusivas a la vida y a la muerte. La vida está representada por un varón musculoso, sentado y pensativo, que mira a una figura femenina, representativa de la muerte. Esta aparece tumbada, a los pies de la anterior, y ambas se funden en el mismo bloque de piedra, como si fuese una alusión a la fina línea que separa la vida de la muerte.

La figura que aparece en actitud pensativa parece remitir también al planteamiento filosófico de Descartes: «Pienso, luego existo». Es un pensamiento de preocupación, de saber que ha muerto el ser querido y que algún día también nosotros moriremos, pero mientras seguimos pensando, estamos vivos. Esa misma deducción parece desprenderse al contemplar ‘El Pensador’, la  más conocida obra de Rodin, aunque esta última escultura fue bautizada en un principio como ‘El poeta’.  
 
A pesar de estar junto a la puerta principal del cementerio de Iruñea, ‘Vida y muerte’ suele pasar desapercibida para muchas de las personas que acuden allí a recordar a los difuntos, sobre todo en las fechas en torno a la festividad de Todos los Santos. Al estar situada fuera de los circuitos turísticos, sin duda también es una escultura muy desconocida para la inmensa mayoría de quienes visitan la ciudad.