Amaia Ereñaga
LA MISS AMÉRICA MÁS VASCA

Yolande Betbeze, el «volcán vasco» nacido en Alabama

Fue la Miss América que se rebeló contra los clichés sexistas, la señorita sureña de los piquetes contra la segregación racial, la dama que se codeó con la élite demócrata, la mujer que compartió su vida con el primer embajador en EEUU de la Argelia postcolonial... La vida de Yolande Betbeze (1928-2016) da material para una película.

Pero qué gran entrevista nos hemos perdido!». La exclamación fue inevitable cuando, el pasado el pasado 22 de febrero, conocíamos de la existencia de Yolande Betbeze. La importancia de la trayectoria vital de esta mujer nacida en Alabama (EEUU) queda reflejada en los amplios obituarios que los días posteriores le dedicaron medios estadounidenses como “Washington Post” y “The New York Times”; no en vano, desde que rompiera muchos esquemas en 1951 al negarse a desfilar en bañador cuando fue elegida Miss América, este espíritu libre fue testigo y actriz de una época tan decisiva en la historia contemporánea de su país como la lucha por los derechos civiles. Yolande Betbeze era una activista y mujer comprometida, cercana a los Kennedy y a la poderosa élite demócrata, hermosa, culta, rebelde y con mucho carácter. Fue también pareja de un personaje tan fascinante como el revolucionario argelino Chérif Guellal. ¿Qué más se puede pedir? Parece un personaje de película. De procedencia vasca, Yolande Betbeze reivindicaba sus raíces, ya que en todas sus referencias biográficas se cita sin excepción su origen euskaldun. De hecho, según el instituto Smithsonian, la llamaban The Basque spitfire (el volcán vasco).

La mujer que se «cargó» Miss América. Así figura en su ficha en World Heritage Encyclopedia, el mayor site online enciclopédico del mundo: Yolande Fox (de soltera, Betbeze; usó ambos apellidos), origen étnico: vasco-americana; ocupación: cantante, activista de derechos civiles; Miss América en 1951. Nacida el 28 de noviembre de 1928, Yolande creció en un estricto hogar católico de raíces vascas de Mobile (Alabama), el único puerto marítimo del estado frente al Golfo de México. Su madre era ama de casa y su padre, William Betbeze, un carnicero al que llamaban «el rey de la barbacoa de Alabama», famoso porque surtía de costillas de cerdo a los asistentes a los mítines del Partido Demócrata. Yolande asistió a la escuela en un convento cercano y luego a la Universidad de Alabama. No parecía que aquella señorita del sur de buena familia fuese a romper moldes, pero bien que lo hizo. En 1950, tras pedirle al dentista que le quitase el aparato dental, se dirigió a Atlantic City para competir en el concurso de Miss América. Era ya Miss Alabama y su objetivo era obtener el dinero para costearse su sueño: ser cantante lírica.

Escondió su acento sureño, pero no su carácter, y con su belleza morena y un aria de “Rigoletto” encandiló al jurado. A los 23 años fue coronada Miss América 1951. Con ella había terminado el reinado del prototipo de mujer blanca y rubia... y también el de las “misses tontas”. Yolande Betbeze se negó a firmar los contratos que le obligasen a publicitar los productos que promocionaban el certamen, entre ellos los bañadores Catalina. «Soy una cantante de ópera, no una pin up», dijo. Se lo debió de poner una única vez, porque hay constancia de ello en la foto que incluimos en esta reportaje, pero Miss América no estaba dispuesta a desfilar por todo el país en bañador «porque era algo tonto». «Les dije que no lo haría, ni aunque me pusieran una escopeta en la cabeza», contó años más tarde. El fabricante de bañadores reaccionó retirando su patrocinio al certamen y apoyando a los rivales Miss EEUU y Mis Universo, con lo que se abrió una nueva era en estos concursos de belleza.

Piquetes y política. No se atrevieron a quitarle el título y, de hecho, su decidida postura tuvo amplia repercusión en los medios estadounidenses de la época. «No he tenido más que problemas desde el momento en que la corona tocó mi cabeza», declaró en 1969 a “The Washington Post”. Aunque se la relacionaba con el jugador de beisbol Joe Di Maggio, poco después de su coronación se casó con un magnate de la Universal, el productor cinematográfico Matthew Fox, a la vez que comenzó a tomar clases de canto en Nueva York. Como relata AuntiBellon.org, un site contra la desigualdad de las mujeres en el sur de EEUU, en una entrevista concedida poco después de ser elegida Miss América, en 1952 concretamente, Yolande declaraba su intención de presentarse al Congreso por el primer distrito de Alabama, algo que repitió varias veces en su vida. En aquella ocasión, afirmó que esperaría a que el demócrata Frank Boykin –fue el congresista más longevo de este estado– se retirase. Miss América tiraba con bala, porque decía que posiblemente le iría muy bien si hiciese la campaña al Congreso cantando. «Después de todo, se han ganado elecciones en el sur frotando una tabla de lavar con un palo», afirmó.

Recordó su procedencia sureña muchas veces, por ejemplo en 1960, cuando, junto con otros actores de Broadway, participó en los piquetes contra los almacenes Woolworth de Manhattan, en solidaridad con los estudiantes negros de Carolina del Sur que protestaban contra la segregación en sus cafeterías: «Soy una chica del sur, pero también una mujer que piensa. Cada habitante del sur que conozco en Nueva York está, sin excepción, a favor del CORE (Congreso de Igualdad Racial)», dijo. Porque Yolande Betbeze fue, sobre todo una activista que apoyó decididamente a la NAACP (La Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color) y al CORE. Con motivo de la ejecución del matrimonio Rosenberg, acusados de espionaje, también participó en las concentraciones contra la pena de muerte ante la cárcel de Sing Sing.

Yolande no tuvo una carrera importante como cantante, aunque realizó algunas giras y produjo algunas obras de teatro en Broadway. En paralelo a su militancia política, estudió Filosofía en The New School for Social Research de Nueva York.

El amor llega de Argel. En 1964, al fallecer su marido, Yolande se convirtió en una viuda joven, madre de Dolly, una niña de corta edad. Pero en su camino se cruzó el primer embajador de la Argelia postcolonial en EEUU, Chérif Guellal, y se enamoró de aquel revolucionario seductor. Veterano del movimiento argelino de independencia, su madre, Fátima, era una luchadora que había sufrido tortura y cárcel. Había estudiado en la universidad de Aix-en-Provence, antes de unirse al Gobierno provisional de Argelia en el exilio y había trabajado también activamente recabando apoyo internacional a la independencia de la India. Según las memorias tituladas “Laughing All the Way” (1973), escritas por Barbara Howard, Chérif Guellal era «un joven combatiente de las libertades y un intelectual viajero» que se convirtió en «un icono para el cuerpo diplomático». En 1964, en la Universidad de Georgetown, ante un grupo de políticos y científicos pronunció una frase sobre el futuro de la Argelia independiente que se hizo famosa: «Preferimos ser amos en nuestro país y no pequeños socios de las grandes potencias».

La pareja deslumbró a la escena social y política de Washington DC y la mansión que Yolande compró a Jacqueline Onassis, cuando esta enviudó del presidente, se convirtió en el lugar a donde acudía la élite de la capital norteamericana. La Guerra de los Seis Días supuso el fin de las relaciones diplomáticas entre EEUU y Argelia, pero Guellal permaneció como representante no oficial de su país en Washington y también como consultor de las empresas norteamericanas con el petróleo árabe. Aunque nunca se casaron, Yolande Betbeze y Chérif Guellal permanecieron juntos hasta la muerte de Guellal en 2009 en Argel.

En 2006, el Nacional Museum of American History preparó una exposición sobre el concurso de Miss América, actualmente en horas bajas, a la que Yolande donó su corona. Como escribió la revista “Smithsonian Magazine”, ella era «para siempre, la más anticonvencional Miss América». Por cierto, esta revista hablaba también de su «exótica mirada vasca» y de su rebeldía.

Yolanda Betbeze falleció el 22 de febrero pasado a los 87 años de un cáncer de pulmón. El presidente Barack Obama, cuando supo de su enfermedad, le envió una carta personal, no en vano siempre apoyó a su partido y, sobre todo, a la lucha por la igualdad racial.